05/12/2017

La revolución digital lo ha cambiado todo. Se han multiplicado los speakers y las audiencias, no hay una diferenciación clara entre ellos y tanto el poder como los medios de comunicación tradicionales han perdido la “autorictas” o la credibilidad total de la que gozaban antes. Ello ha provocado una crisis generalizada de la intermediación y una “lucha feroz” por el mercado de la atención, donde miles de actores pugnan por conseguir la atención de sus seguidores en las cuentas de Twitter, Instagram, YouTube o cualquier canal que usen para difundir sus contenidos.

Así resumía el filósofo y catedrático Fernando Vallespín la situación actual de nuestra sociedad donde, dice, se ha pasado de una democracia de partidos a una democracia de audiencias, consecuencia directa del uso y popularización de las redes sociales, que han posibilitado el acceso a un número ilimitado de versiones de la realidad.

Fernando Vallespín, politólogo y analista en varios medios de comunicación ha sido el invitado de este mes en los desayunos «Las mañanas del mañana» de digitalES. 

Vallespin hacía estas afirmaciones en el Ciclo de Desayunos organizado por la Asociación Digitales, en el que diversos técnicos y pensadores aportan su visión y conocimientos sobre la Transformación Digital y diversos aspectos de la misma. En esta ocasión, el politólogo reflexionó sobre los cambios que la digitalización ha traído a la democracia.

En su opinión, la multiplicación de speakers o versiones diferenciadas de la realidad ha hecho que se pierda el “mundo público común”, donde hasta ahora la prensa tradicional hacía de gate keeper o guardián, definiendo que era y que no era noticia. Además, aseveró, ha cambiado la percepción del tiempo. “Ahora todo envejece más rápido, dura menos. Los trending topics (asuntos de máxima actualidad en RR.SS.) no duran ni una sola tarde”, enfatizó.

También en su exposición habló de un asunto de máxima actualidad en los últimos tiempos: la posverdad. “La mentira ha existido siempre. El cambio cualitativo es que antes se penalizaba la mentira. Ahora esa conexión se ha roto, si me dice mentiras uno de los míos ya no importa”, aseguró.

“Cuando las opiniones están cargadas de sentimientos es difícil renunciar a ellas, porque forman parte de nuestra identidad“, dijo Vallespin, quien afirmó que en la sociedad actual “el narcisismo puede a la conciencia cívica, ya que tener una opinión equivale a libertad”.

“Hay un deseo general de reconocimiento y no todos lo consiguen. Eso produce una persecución sistemática a las élites. El resentimiento es hoy la pasión dominante y eso solo tiene sentido en las sociedades donde se predica la igualdad”, aseguró Vallespin.

No obstante, insistió en que los resultados de la revolución tecnológica no son buenos ni malos sino ambivalentes. “Es lo mismo que ocurre con las espadas, pueden servir para defender ancianitas desválidas o para asesinar”.

“El mayor reto está en el ámbito educativo. La memoria ya no es tan importante, lo fundamental es saber manejarse con instrumentos que permitan saberlo todo y saber gestionar esos conocimientos manteniendo intacta la capacidad crítica”, concluyó.