27/06/2024

A mediados de 2024, ya nadie cuestiona que la inteligencia artificial va a multiplicar la productividad de las organizaciones. El Libro Blanco de la IAG, presentado en el reciente Summit de DigitalES, establece que este aumento puede llegar hasta el 30% en algunas empresas.  

Pero hay sectores o actividades en las que este incremento puede ser incluso mayor. Por ejemplo, en el reparto a domicilios de paquetería el uso adecuado de herramientas de inteligencia artificial puede incrementar la productividad casi un 50%. La planificación de las rutas o la gestión inteligente de los horarios pueden ayudar a conseguir este objetivo. 

Sin embargo, existen riesgos. Es lo que se conoce como algoritmos extractivos, aquellos que se utilizan para conocer datos de los trabajadores y presionarles en sus tareas diarias. Por ejemplo, se puede emplear un smartwatch para controlar el tiempo que tarda una limpiadora en arreglar las habitaciones de un hotel y para enviarle notificaciones si no se adecúa al ritmo adecuado. Es lo que se conoce como “látigo digital”, una práctica errática que genera estrés entre los trabajadores. 

De todo ello habló hoy el catedrático y jurista Adrían Todolí en una nueva edición de Las mañanas del Mañana, el desayuno-coloquio que organiza DigitalES como punto de encuentro de diferentes disciplinas alrededor de lo tecnológico y de la innovación. El profesor titular de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de Valencia presentó en el espacio Upgrade Hub su obra “Los efectos de la IA en el mercado laboral y en el contrato de trabajo”. 

Adrian Todoli

Todolí contó con la presencia de la secretaria de Estado de Digitalización e IA, Mayte Ledo, para presentar el encuentro. Ledo definió a la inteligencia artificial como “una transformación social y económica que se extiende a muchos ámbitos transversales”. En este sentido, resaltó su impacto positivo en la productividad gracias a las mejoras de calidad y la reducción del tiempo de trabajo y alertó de “las incertidumbres” que aún genera su empleo. 

Buena parte de ellas, dijo, se pueden ver despejadas gracias al Reglamento Europeo de IA, una legislación que fomenta la transparencia, combate los sesgos y protege a los trabajadores. También por la creación de la Agencia Española de Supervisión de la IA, que tendrá su sede en A Coruña y buscará “una aproximación ética y humanista a la IA”. 

Por último, la secretaria de Estado insistió en la importancia de atraer y retener talento en áreas como la IA y la Ciberseguridad. “Hay que invertir en formación para lograr que los tiempos de adaptación a estos nuevos perfiles requeridos se realicen en periodos más cortos”, dijo.

Mayte Ledo y Adrian Todoli

Algoritmos productivos y algoritmos extractivos 

Durante el diálogo con el periodista Gorka Pérez de El País, Adrián Todolí explicó los dos tipos de algoritmos y las ventajas e inconvenientes que tienen para la sociedad. Los que mejoran la productividad, dijo, solo traen ventajas, pues permiten hacer en un minuto el trabajo que antes se hacía en una hora. “Ahí la regulación tiene poco que decir y deberíamos dejar espacio a la innovación”, aseveró. 

El problema sería cuando se emplean los algoritmos conocidos como extractivos, los que recopilan información sobre los trabajadores. Si la IA sirve para un control excesivo de las personas, la legislación debe intervenir, según Todoli.  

El jurista también advirtió de los peligros del “algoritmo como jefe”. Ya en muchas tiendas, contó, el algoritmo decide el horario de los trabajadores en función de análisis como el flujo de personas, la climatología o los eventos del día. “Eso puede ser positivo, si la IA se usa como complemento y no como sustituto”. 

Sin embargo, los problemas pueden aparecer si se delega demasiada responsabilidad en una IA, aunque haya un supervisor humano final que tome la última decisión. Los estudios realizados hasta la fecha demuestran que el humano rara vez cuestiona el veredicto aportado por los algoritmos, bien sea por pereza, bien por no asumir responsabilidades que puede delegar en la tecnología. “Ese sistema no es válido, lo que hay que hacer es mejorar las IA”, aseveró. 

Las mañanas del Mañana

Creciente tecnofobia 

El catedrático subrayó también los riesgos de una creciente tecnofobia que puede derivar en el descrédito de la ciencia y de las instituciones políticas, favoreciendo el auge de los populismos. “La IA ha disparado la productividad de las empresas, pero el salario de los trabajadores no ha aumentado”, denuncia. En su opinión, esto genera no solo un problema de justicia, sino de economía. “Si el trabajador no ve recompensa, pueden crearse problemas de fobia tecnológica”, advierte. 

   

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