27/01/2025

Cuando vemos la televisión, o alguna de las series que tanto triunfan en estos tiempos, estamos acostumbrados a ver un pequeño cartel que nos indica para qué edad está recomendado ese programa. No siempre le hacemos caso, o le prestamos la debida atención, y ése puede ser un error a la hora de enfocar la educación de los más pequeños. 

Una responsabilidad compartida que no es de padres y educadores, sino también de las cadenas televisivas, plataformas digitales y creadores de contenido. Al implementar medidas claras y eficaces para limitar el acceso de los menores a materiales no aptos para su edad, se está contribuyendo a la construcción de una sociedad más consciente y responsable. 

Sobre todo, porque se trata de categorías muy pensadas, y en continua evolución. Los más veteranos recordarán el sistema de los “dos rombos”, empleado en TVE entre 1963 y 1984, que marcaba aquellos programas no aptos para los menores de 18 años. Aquello de los rombos pasó a la historia y, cada cierto tiempo, expertos revisan un sistema que, como es lógico, debe adaptarse a los valores cívicos y morales de cada época. 

En un tiempo en el que crece la preocupación por el acceso de los más jóvenes a las pantallas y los efectos que estos puedan tener en ellas, la reacción de las instituciones no se ha hecho esperar. El pasado 25 septiembre, la CNMC (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia) lanzó una consulta pública con el objetivo de avanzar en la regulación de la calificación por edad de los contenidos audiovisuales.  

clasificación por edades

Esta iniciativa está en línea con la nueva Ley General de Comunicación Audiovisual, que apuesta por la autorregulación y corregulación como herramientas clave para proteger a los menores frente a contenidos inapropiados. Este nuevo código plantea algunos cambios en comparación con el antiguo sistema de autorregulación. 

Mantiene, en esencia, las mismas siete categorías de calificación por edades, pero incluye alguna obligación más. En los descriptores de contenido, los prestadores deberán facilitar información “clara, sintética y suficiente” sobre 6 aspectos de cada capítulo o programa: violencia, sexo, miedo o angustia, lenguaje, discriminación y drogas y sustancias tóxicas. 

Hay otros dos cambios significativos en esta nueva propuesta: la desaparición de los horarios protegidos para menores. Y la habilitación de un Régimen de Infracciones y Sanciones para los prestadores que incumplan los compromisos adquiridos. 

Las siete categorías de clasificaciones por edades 

Estas categorías, en permanente evolución para adaptarse a los tiempos, pueden variar también de unos países a otros, en función de los valores morales de las diferentes culturas. Estados Unidos, por ejemplo, es mucho menos tolerante con las escenas de sexo que con las de violencia, al contrario que España. 

En nuestro país, son siete las categorías en las que se puede encuadrar un contenido audiovisual: especialmente recomendada para la infancia; apta para todos los públicos; no recomendada para menores de 7 años; para menores de 12; de 16; de 18 o X. 

Se clasifican así en función de distintos criterios (que puedes consultar en este artículo), los cuales tienen en cuenta la inclusión de violencia, conductas ilegales y sexo, pero también aquellas escenas que puedan generar ansiedad, miedo, dolor o tensión emocional. 

Y no solo eso. El relato debe ser adecuado para cada tramo de edad. Por ejemplo, los menores de 7 años no siempre han adquirido las destrezas necesarias para distinguir entre realidad y ficción, por lo que el contenido para ellos debe delimitar claramente las barreras entre ambos mundos, e incluir una narración fácilmente comprensible para ellos. 

Una herramienta esencial para proteger a los menores 

A fin de cuentas, la clasificación por edades en series no es solo una recomendación, sino una medida fundamental para salvaguardar el desarrollo emocional y cognitivo de niños y adolescentes. Este sistema se ha diseñado para orientar a padres y tutores sobre los contenidos adecuados para cada etapa de crecimiento. Al seguir estas guías, no solo se protege a los menores de contenidos potencialmente perjudiciales, sino que también se fomenta un consumo audiovisual más responsable y acorde a su madurez. 

proteccion menores Internet

El impacto emocional y psicológico del contenido inapropiado 

La exposición a escenas violentas, sexuales o de lenguaje fuerte puede tener consecuencias en el desarrollo de los menores. Según estudios realizados por psicólogos infantiles, consumir contenidos no adecuados a su edad puede provocar ansiedad, comportamientos agresivos o incluso la normalización de conductas nocivas.  

Los menores pueden desarrollar miedos irracionales o tener dificultades para dormir. Hoy, uno de cada tres niños de entre 2 y 14 años presenta algún problema o trastorno del sueño. Además, a largo plazo, podrían tener problemas para establecer relaciones sanas o adoptar actitudes problemáticas hacia temas como la violencia, el respeto a los demás o el manejo de conflictos. 

niños y contenidos digitales

Reparto de responsabilidad: padres, educadores, cadenas televisivas, plataformas digitales y creadores de contenido

Los padres y educadores, tienen probablemente, el papel más decisivo a la hora de controlar el acceso de los menores a las pantallas. Es crucial que los adultos se mantengan informados y que dediquen tiempo a ver con los niños la televisión, o comprender a qué tipo de videojuegos están jugando. Pero en caso de no poder hacerlo, las clasificaciones por edades son una guía práctica para ayudarles a tomar decisiones acertadas. 

Y aquí es donde entra en juego el importante papel de las cadenas televisivas, plataformas digitales y creadores de contenido. Al implementar medidas claras y eficaces para limitar el acceso de los menores a materiales no aptos para su edad, se está contribuyendo a la construcción de una sociedad más consciente y responsable. Una protección que propiciará que los menores crezcan en un entorno mediático que fomente valores positivos y aprendizaje, en lugar de exponerlos a riesgos innecesarios.