17/07/2024

Ante cualquier situación nueva, nuestro cerebro está siempre eligiendo si se asusta o se motiva. Si el cerebro se asusta, se prepara para huir, buscando así que esa situación termine. Y esto tiene una relevancia determinante a la hora de afrontar uno de los principales problemas del sector tecnológico y de la sociedad en general en los últimos años: la falta de vocaciones STEM 

No importa lo inteligente que sea un estudiante. Si el cerebro, por la razón que sea, se asusta ante las matemáticas, el estudiante no podrá comprender ni aprender. No porque no tenga la capacidad, sino porque cuando se activa su centro del miedo, el riego en la zona racional del cerebro se reduce, y con ello decae su atención y motivación. 

Entender esto es clave para otorgar a la neurociencia un papel clave a la hora de fomentar vocaciones científicas. Esta disciplina tiene como objetivo comprender la arquitectura anatómica y funcional del cerebro, con el objetivo de potenciar su salud y su rendimiento. 

Y una de las primeras cosas que debemos entender es cómo funciona el cerebro de un adolescente. Aunque muchas veces la decisión de alejarse de las matemáticas se toma antes –en la segunda mitad de la educación primaria- no es menos cierto que es en esta época donde se toman decisiones drásticas que pueden marcarnos de por vida, como elegir un camino profesional. O elegirlo por descarte, porque te “asustas” de algo. 

Es importante resaltar que el cerebro adolescente no es una versión reducida del cerebro adulto. Es anatómica y funcionalmente distinto, lo que explica por qué su comportamiento y necesidades son también diferentes. Estos comportamientos se deben a la maduración lenta de la corteza prefrontal (sistema racional) y a los cambios en el sistema límbico (sistema emocional) durante la pubertad.  

Esta combinación de una corteza prefrontal inmadura y un sistema de recompensa más reactivo hace que los cerebros adolescentes funcionen de manera menos eficiente que los de los adultos en términos de planificación, tolerancia a la frustración e inhibición de impulsos. Son más propensos a sentirse desbordados, estresados y superados. 

Cómo impulsar vocaciones STEM 

Y sin embargo, es en esta época -la adolescencia- donde las personas deben tomar decisiones trascendentales que afectan a su futuro, como su itinerario formativo. Racionalmente, es fácil entender que una profesión en el sector tecnológico te asegurará una mayor estabilidad, un sueldo más elevado y una menor brecha de género. Hay estudios que lo corroboran. Pero… ¿es tan fácil de entender desde un cerebro adolescente?  

Si queremos que esto sea así, más allá de entender el funcionamiento de un cerebro que no es esencialmente igual que el de los adultos, deberemos trabajar desde una premisa ineludible para que la materia gris de los jóvenes no se asuste a las primeras de cambio: evitar el estrés negativo (o estrés exacerbado) en las aulas. 

Aula vocaciones STEM

La psicóloga estadounidense Carol Dweck propone que existen dos formas de interpretar y responder ante las situaciones difíciles: la mentalidad fija y la mentalidad de crecimiento. Los primeros creen que la inteligencia y los talentos no pueden cambiar. Al encontrase con un contenido o una actividad difícil, no persisten porque tienen la creencia de que por más que le dediquen tiempo y se esfuercen, nunca lo sabrán hacer. 

En cambio, las personas con una mentalidad de crecimiento creen que el talento y las habilidades se pueden desarrollar a través del trabajo constante, estrategias de aprendizaje y, por qué no, pidiendo ayuda. Los pensamientos más habituales de estas personas son: “Si algo se me da mal, tendré que esforzarme para conseguir superar esta barrera”. 

La evaluación formativa 

Una práctica docente de poco coste y muy eficaz para fomentar la mentalidad de crecimiento es la evaluación formativa, que guía y fomenta los espacios de mejora y que da importancia al esfuerzo y la práctica, es decir, al proceso. Y ello exige que los docentes elogien el esfuerzo en lugar del talento. 

Así, deben decir “se nota que te has esforzado, es un gran trabajo”, en lugar de “esto es lo tuyo”. Es la forma de evitar que el cerebro se asuste ante las matemáticas, la física o la informática por que piensen que carecen de un “don natural” que otros sí poseen.  

Además, esta mentalidad de crecimiento promueve también una cultura donde el error se entiende como una herramienta más de aprendizaje. Así, se pide a los educadores que ofrezcan a los estudiantes la oportunidad de cometer errores y recibir retroalimentación con un contenido descriptivo (explicando de forma paulatina y clara qué ha de hacer para seguir mejorando). De este modo, el control de la calidad de la tarea no recae en dones innatos, sino en cosas concretas en las que uno puede poner su esfuerzo. 

Según explican las investigadoras Lucía Barrenetxea-Mínguez y Cristina Pascua Martín en un artículo publicado en The Conversation, motivar a los adolescentes ante cualquier reto es posible si su cerebro se activa en modo aprendizaje y no supervivencia. Si eligen motivarse en lugar de asustarse. Y para eso la labor de todos, docentes, familiares y referentes, se antoja más necesaria que nunca. No se trata de elegir materias STEM porque vales para ello, sino de entender que todos valemos para lograr aquello que nos motive.