06/11/2024

La tecnología ha transformado las dinámicas sociales entre los adolescentes, facilitando por ejemplo la comunicación instantánea, pero también ha añadido una presión social que se traduce en una ansiada validación en línea. ¿Qué hubiera pasado si antes de inventar el ‘like’ hubiésemos preguntado sobre sus efectos a un psicólogo? 

Con estas preguntas arrancó Patricia Urbez, directora general de Sector Público para Fujitsu y consejera independiente en Enagás, una nueva edición de D-Learning, el espacio de conocimiento exclusivo para socios que explora desde distintos enfoques el efecto de la tecnología en nuestras vidas. 

En esta ocasión, el debate se centró en el impacto del entorno digital en la adolescencia, cuestión que, como recordó la también líder de la Línea de Trabajo Impacto Social de DigitalES, se ha convertido en una prioridad para la asociación, firmemente comprometida con la defensa de los menores. 

Los invitados analizaron los riesgos reales de la sobreexposición a pantallas de los adolescentes, que dividieron en exógenos (ciberseguridad, ciberacoso) o endógenos (ansiedad, frustración, aislamiento). Wendy Román, responsable de Comunicación Corporativa en Fundación Sol, destacó los avances logrados en los últimos tiempos para combatir los riesgos exógenos, a través de tecnologías que detectan el acoso o bloquean a los ciberatacantes. “No obstante -apuntó- hay que preparar a los jóvenes para que sean capaces de enfrentarse ellos solos a este tipo de riesgos”. 

Más preocupantes son a su juicio los riesgos endógenos, que generan mucha ansiedad por la necesidad de un ‘like’ o de estar presente en todas las conversaciones. En este punto coincidió con Daniel López, cofundador de Youforget.me, quien habló de “accidentes digitales” contra los que hay que estar preparados. 

En este sentido, igual que explicó que hay un código de circulación y un carnet de conducir que nos permite usar los coches, son necesarias unas reglas y unas conductas que eviten que el uso de Internet y las redes sociales acaben provocando accidentes que con responsabilidad y formación se pueden evitar. 

debate impacto social adolescentes

Por su parte, Beatriz Martín Padura, directora general de FAD Juventud, instó a huir del “adultocentrismo” que a menudo rige nuestras acciones para entender mejor el universo de los adolescentes. Según sus datos, las personas entre 14 y 29 años son conscientes de riesgos como el discurso del odio, pero están menos preocupados que los mayores por el contenido pornográfico o el uso intensivo de las pantallas.   

“A ellos les preocupa más lo que tiene que ver con lo legal y lo económico, que lo que tiene que ver con efectos psicológicos. No solo hay que proteger, hay que asegurar su desarrollo y sus competencias en un mundo digital en el que ningún adolescente está favor de quitar las redes sociales”, apuntó. 

Nuevos movimientos: el JOMO y los clubes de lectura 

En esta línea, Wendy Román habló también de las nuevas tendencias que se están observando entre los adolescentes a nivel internacional para preservar la higiende digital o el tiempo de desconexión. Así, habló del éxito del JOMO (Joy of Missing Out) en contraposición al tan comentado FOMO (Fear of Missing Out). 

Se trata de una filosofía que celebra el placer de desconectarse y disfrutar del momento presente sin la presión de estar constantemente conectado con el centro de acción. Una desconexión intencionada que promueve el bienestar social y que va ganando adeptos entre los jóvenes.  

D_Learning DigitalES

Otro de los aspectos que se trató en el debate fue la creciente influencia de la IA en el día a día de los más jóvenes. Un tercio de los adolescentes reconoce confiar en la inteligencia artificial para preguntarle cómo tiene que comportarse en sus relaciones sociales, algo que generó cierta preocupación entre los asistentes. “La IA es un 10 si le haces las preguntas adecuadas, pero no si sustituyes a tu madre o a tu hermana para preguntarles temas más íntimos”, apuntaron. 

Los invitados coincidieron también a la hora de afirmar que no existe una edad adecuada para entregar a un niño su primer smartphone, sino que depende de la madurez de cada persona. En este punto, señalaron como vital la función de los adultos de guiar, acompañar y poner normas para su uso. 

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